martes, 12 de enero de 2010

Mi primera experiencia como escritora

La escritura honesta refleja sin tapujos el alma, el corazón y los sentimientos del escritor. Por lo que cada uno escribe sobre lo que más le importa y lo que le importa es lo que más piensa. De ahí, la profundidad o superficialidad del autor. De esta manera, si se leyeran varios textos de un mismo autor, se podría llegar a conocerle sin haberle visto jamás. La escritura es reflejo del alma.

En 2º de Historia un profesor me animó a escribir. Teníamos que hacer un pequeño trabajo de investigación sobre el tema que más nos interesara de la asignatura. Fui a hablar con él, y tras hacerme un par de preguntas, me dijo que hiciera un estudio sociológico sobre la gente de mi generación de La Coruña, mi ciudad. Pero no en presente sino en pasado. Es decir, recordar lo que hacíamos, lo que pensábamos, a dónde íbamos y con quien cuando teníamos quince años y describirlo.

En 4º de carrera volví a caer en sus manos. Esta vez ni se lo pensó. Después de la primera experiencia fue directo al grano y empezó a hacerme preguntas algo más personales. Su sutileza es tal que ni te das cuenta de que estás respondiendo. Esta vez me hizo pensar y recordar mucho más. Su propuesta, que nada tenía que ver con la asignatura, era hacer un viaje en el tiempo un poco más lejano. Tenía que recordar el pasado con sus alegrías y sus penas y describir un verano y una Navidad en mi pueblo, Ribadeo, pero con ojos de niña.

El argumento de este profesor, era que yo no podía escribir bien si antes no había escrito sobre mi propia vida, aunque fuera un pequeño diario. Y no porque mi vida fuera especialmente interesante, sino porque para escribir hay que pensar, recordar, reflexionar. La única fuente de los textos era yo, por eso tenía que pensar mucho y acordarme muy bien de todo para ser leal al pasado, aunque los recuerdos siempre vienen matizados. Me parecía tremendamente interesante. Era un ejercicio precioso al que yo nunca me había sometido por simple pereza. Se lo recomiendo a todo el mundo. Como historiadora tenía que conocer, para empezar, mi propia historia, y no se encontraba en los libros. Gracias a la escritura de estos recuerdos de mi corta vida, no solo los tengo guardados en el ordenador para leerlos cuando quiera, sino que ahora, los tengo ordenados.

Al plasmarlo en un papel, es mucho más fácil tener perspectiva para poder colocar cada cosa en su sitio. Yo siempre recomiendo que cuando haya que tomar una decisión es mejor coger un papel, dividirlo en dos y escribir en un lado los pros y en el otro los contras, se ve todo con más claridad.

Mi profesor solo me puso una condición, que empezara haciéndolo a mano. Se dio cuenta de que yo solo utilizaba el ordenador para los trabajos académicos. Así que me dijo que escribiera a mano, que tachara, que corrigiera y que ya lo pasaríamos a limpio, a ordenador. Tenía miedo de que no me abriera, que no profundizara lo suficiente delante del ordenador, pero sí sabía que lo haría con el boli Bic.

La escritura a mano para mí es fundamental. Es cierto que el ordenador facilita muchísimo la escritura, pero la grafía de cada uno ya nos está mostrando un poco más del autor. Con el ordenador vas muchísimo más deprisa, puedes borrar todas las veces que quieras, cambiar la presentación del texto, el interlineado, todo. Pero cuando tengo que escribir una carta, y más para alguien querido, lo hago a mano. Cuidar la presentación, la buena letra, la pluma, ya me parecen muestras de cariño y afecto hacia el destinatario. No obstante, yo le sigo agradeciendo a mi madre que me regalara un ordenador.

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