viernes, 16 de abril de 2010

Cuarto día como profesora

La II Guerra Mundial nos esperaba impaciente en 1º de Bachillerato. Treinta alumnos sentados en sus pupitres a las 8:30 de la mañana tienen mucho mérito. Es cierto que su obligación es ir a clase y atender, son estudiantes. Aún así, les admiro. No sé si por la proximidad en edad o porque sigo siendo estudiante, me parece que tienen mucho valor.


Hoy estos chicos me han dado una lección de obediencia y disciplina. En un momento dado, sonó un teléfono móvil. La dueña, ni corta ni perezosa, con toda la dignidad del mundo abrió la mochila, lo apagó, se levantó y se lo dio al profesor. No hubo riñas, ni discusiones y la clase prácticamente ni se interrumpió. Impresionante. Cuando se lo comenté al profesor me dijo: "Yo soy muy claro con ellos. Las normas son así, las conocen y saben que tienen que cumplirlas". Tan sencillo como esto.


Mi enhorabuena a este centro educativo, porque semejante muestra de buen comportamiento no se encuentra fácilmente.

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